Flores significado espiritual

Una breve historia sobre el significado espiritual de las flores: Un día los acólitos de Buda se reunieron para escuchar su sermón. Mas no afirmó una palabra. Se inclinó, arrancó una flor del suelo y la mantuvo entre sus dedos a fin de que todos la viesen. La reunión continuó muda de estupor.

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Tan solo uno entre todos y cada uno de los presentes mostró con su sonrisa que entendía el mensaje.

Síntesis al unísono del ciclo de vida y de la perfección, de la iluminación espontánea y lo inexpresable, las flores son por antonomasia arquetipos del ánima y de las virtudes con que esta debe adornarse.

Fugaces mas eternas, hermosas y también inocentes, entre todos y cada uno de los organismos vivos son el mejor ejemplo de la regeneración continua del cosmos.

Jeroglíficos caducos que apuntan cara la eternidad, las flores figuran en los ritos iniciáticos de todas y cada una de las etnias, desde la egipcia a la cristiana.

Y han sido situadas estratégicamente en la iconografía y arquitectura religiosas como en la pintura o bien literatura laicas, o bien en los tratados alquimistas con una finalidad única: rememorar, a quien conozca su argot, la senda cara el Jardín de las Hespérides.

Conforme las tradiciones esotéricas, en este jardín simbólico, que no es sino más bien un estado espiritual, el humano puede, tras vencer a los dragones que protegen sus puertas, tener experiencia y conocimiento de la divinidad y lograr los dones que aseguran la inmortalidad.

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Una copa griálica

La primera clave que el buscador del Jardín descubre al adentrarse en este código floral es la necesidad de vaciarse de todo equipaje innecesario para transformarse en una copa griálica, receptáculo ideal de los dones celestes.

En el lenguaje iniciático cada flor tiene un significado escondo mas, como han señalado los especialistas en simbolismo Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, todas y cada una representan el principio femenino y pasivo de la naturaleza, el cáliz capaz de cobijar la lluvia o bien el rocío, cuyo influjo vivificante, asociado a las virtudes del ánima, en la tradición cristiana, o bien a la quintaesencia en el arte alquímico, deja la redención y el retorno al origen del estado principal.

El significado espiritual de las flores

Otro simbolismo que engloba a todas y cada una de las flores debe ver con su apertura. La floración, conforme el esoterista René Guénon, representa el desarrollo de la substancia universal primitiva.

Y es para el paseante en busca del edén perdido, o bien para el alquimista que trabaja en su atanor, una advertencia sobre la posibilidad de lograr la perfección espiritual desde elementos básicos y naturales como la luz, el aire, el agua y la tierra que nutren a las plantas.

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Una metáfora afín plantea el tratado taoísta El secreto de la flor de oro, en el que el elixir de la vida a lograr es el resultado de una alquimia interior que conjuga la unión de 4 principios elementales del organismo en la medicina y filosofía chinas: la esencia (ching), el aliento (chi), el agua y el fuego.

Muchas son las flores usadas en el arte y la literatura para evocar los misterios del camino de evolución, mas entre todas y cada una , por su riqueza en significado, profusión en todas y cada una de las etnias, y semejanza en su morfología, desarrollo y desarrollo, resaltan el loto, el lis y la rosa.

Iluminación espontánea

Flor espiritual por antonomasia, el loto reúne todas y cada una de las peculiaridades que deberían ornamentar al comenzado. El loto azul que se abre con los primeros rayos del sol – el blanco lo hace en el ocaso– fue considerado por los egipcios como símbolo de resurrección y renacimiento, y desde la V dinastía adornó a ciertas deidades más esenciales como Horus o bien Thot.

Ofrecido a vivos y fallecidos, en manifestación de alegría o bien deseo de otra vida en el más allí respectivamente, figura en los mosaicos de numerosas tumbas donde se ven mujeres con un loto prendido en el pelo o bien aspirando su arrebatador aroma.

Y también ha sido hallado dentro de muchos sarcófagos, la momia de Tutankamón, por servirnos de un ejemplo, estaba cubierta de pétalos de loto.

Mas es en Oriente, India, China o bien el país nipón, donde esta flor se transforma en un paradigma progresivo para quienes persiguen el estado de Buda.

El botón de loto es la manera más habitual para las divinidades hindúes, chinas o bien niponas que llevan la flor en sus ojos, en los pies, en las manos o bien en un vaso, cuando no surgen de forma directa de él. Y múltiples sociedades segregas taoístas, como la amidista, fundada en el siglo IV en el monte Lu, lo han tomado como distintivo.

Una de las peculiaridades que le dan este rango de estrellato es que florece y echa la semilla al tiempo, con lo que representa la simultaneidad de causa y efecto. Bajo este signo recuerda a los budistas que ningún pensamiento, palabra y obra quedan sin consecuencia, si bien no seamos siendo conscientes de ello.

Esta característica representa que la Verdad predicada por Buda genera inmediatamente el fruto de la iluminación. Si bien, la imagen literaria preferida es la que hace referencia a la virtud del loto de medrar en aguas pantanosas y continuar inmaculado, un caso a proseguir por el adepto que, en la mitad de la corrupción de la rueda lodosa del samsara, debe sostenerse puro. Estar en el planeta sin apegarse a él.

Al tiempo esta particularidad del loto es asimismo un recordatorio para no olvidar que es posible pasar de un estado de obscuridad, inseguridad o bien sofocación, a otro de conciencia elevada. Un loto abierto con 8 pétalos es símbolo del Óctuple Camino recorrido por Buda y que lleva al nirvana. Y el génesis del planeta hindú ubica a Brahma, el autor del cielo y la tierra, surgiendo de un loto

. En los Upanishad se dice: «Dentro de la urbe de Brahma, el cuerpo, está el corazón, y en el corazón hay una pequeña casa. Esta casa tiene la manera de un loto, y en su interior radica lo que debe buscarse, aquello que hay que investigar y realizar».

El loto, por compartir su calidad de espacio sagrado, está también asociado a los yantras hindúes, diagramas místicos con el poder de entregar todos y cada uno de los deseos pedidos tanto materiales como espirituales.

En el yantra de la diosa Kali (lo mismo que en el del dios Ganesh y otros) el loto representa a la diosa madre, materia o bien substancia universal.

En Occidente tampoco hemos sido extraños a lo influjos de esta flor. Fue Homero, por boca de Ulises, quien habla en la Aventura del país de los lotófagos, para quienes esta flor es el único alimento: «dulce como la miel, el que lo come ya no piensa nunca en volver a su patria, sino más bien en quedarse allá para siempre».

¿Se trata de una alusión velada al deseo de continuar en el estado beato espiritual que el loto representa?

Planeta de ultratumba

Otra flor que deja un indicio perceptible para quien ansía el elixir de la auténtica vida es el lis. Asociado a la azucena, al iris y a la flor de lis, es capaz de medrar sobre aguas lodosas como el loto y por esta razón asimismo es símbolo de las posibilidades de evolución del ser.

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Vinculado seguramente por tales motivos desde la antigüedad a las pruebas que el héroe tiene que superar en el planeta de ultratumba para retornar victorioso a la luz del sol.

De este modo, en Mesopotamia, donde el lis fue además de esto distintivo de la realeza, se pensaba que el héroe Gilgamesh fue en pos de esta flor al ultramundo para resucitar a su amigo Enkidu. Al tiempo que en la mitología griega diríase que Perséfone recogía azucenas cuando fue raptada por Hades para transformarse en reina temporal de los avernos.

Símbolo de la pureza y la inocencia en el cristianismo, su pistilo exagerado la asoció no obstante a la diosa Venus y los sátiros y, por ende, de la fecundación y la hombría.

Relación que, conforme Angelo Gubernatis en su Mithologie des Plantes, pudo llevar a los reyes de Francia a adoptarlo bajo la manera de flor de lis en su heráldica.

Hay otras versiones que procuran explicar esta resolución. Una de ellas afirma que en el siglo V el rey merovingio Clodoveo acertó a salvar su ejército bloqueado en el Rin al observar unos lis que medraban en el río y suponer que en ese punto el cauce no podía ser realmente profundo.

Otra historia de leyenda mantiene que un ángel le ofreció al rey un lis de oro como símbolo de purificación por su conversión al cristianismo.

No obstante, como René Guénon ha señalado, hay otro motivo escondo, relacionado con la aritmética y geometría sagradas, que hace de esta flor santurrón y señal de numerosas sociedades segregas aun actualmente. Esta razón arcana se fundamenta en el número de sus pétalos que acostumbran a ser 3 o bien 6.

El número 3, por una parte, es parte de la secuencia Fibonacci, conectada por su parte con la proporción áurea y Fi o bien número dorado que aparece de forma continua ligado tanto a la naturaleza como al arte. Dicho dígito fue, bajo la manera geométrica del pentagrama, clave cifrada de la hermandad pitagórica primero y después de nósticos y sociedades segregas renacentistas que procuraban recobrar el esplendor dorado de los tiempos platónicos.

Al respecto cabe apuntar que Leonardo da Vinci pintó una deliciosa azucena preservada el día de hoy en la Librería Real del Castillo de Windsor. Sus 3 pétalos han transformado asimismo al lis en símbolo sublime para el cristianismo de la Muy santa Trinidad y por lo tanto de la perfección, luz y vida.

El significado de los pétalos

En lo que se refiere a los lis de 6 pétalos, están enlazados, conforme Guénon, con la tradición esotérica de una manera ineludible. Si unimos sus extremidades de 2 en 2 se consigue el doble triángulo conocido asimismo por el nombre de «sello de Salomón».

Una figura muy utilizada por los judíos que, curiosamente, empleaban lis para ornamentar las columnas del templo de este rey bíblico. Por otro lado, exactamente el mismo número 6, conforme la Cábala hebrea, es el de la creación. En la iglesia primitiva y medieval, el doble triángulo fue asimismo, como ha señalado L. Charbonneau-Lassay, distintivo de Cristo.

Los los 2 triángulos opuestos y entrelazados recuerdan la unión de las 2 naturalezas, divina y humana, en la persona de Jesús. Al tiempo que para alquimistas y magos representa la fusión de microcosmos y macrocosmos que menciona a la ley expuesta en los tratados de Hermes: «como es arriba es abajo».

Es muy posible que este simbolismo escondo en su número de pétalos haya influido de forma decisiva a fin de que el lis figure tanto en el escudo de la casa de Valois –dinastía real francesa–, como en el de la de Lancaster –dinastía real inglesa–.

O bien que lo haya transformado en la brújula que marca el norte en los mapas de los cartógrafos; el símbolo de ciertas divisiones del ejército estadounidense; y carta de presentación del movimiento scout para cuyos miembros los 3 pétalos de la flor recuerdan su promesa de amor a Dios y a la Patria (central), de ayuda al prójimo (izquierda), y de observación de sus preceptos (derecha).

En cualquier caso, el mensaje más valioso que tiene el lis para quien busca la entrada al Jardín se encuentra en esta cita del Nuevo Testamento (Mateo seis, veintiocho): «Observad los lis del campo, de qué manera crecen; no trabajan, ni hilan.

De este modo descuidado a las manos de Dios, el lis está mejor vestido que Salomón en su esplendor». Y así es como el adepto debería recorrer la ruta, con una total confianza en la Providencia divina.

Renacimiento místico

Diríase que la rosa es a Occidente lo que el loto a Oriente. Símbolo de la perfección sin mancha, de la copa de la vida, el ánima, el corazón y el amor, como de renacimiento y también inmortalidad, la rosa es el centro místico de ritos iniciáticos y de obras de arte.

Por poner ciertos ejemplos cabe refererir El asno de oro de Apuleyo, libro en el que esta bestia recobra su forma humana merced a comer una corona de rosas rojas que le ofrece un sacerdote de Isis, a lo largo de la celebración de los misterios de la diosa.

Al tiempo que en el Paraíso de Dante esta flor es equiparada al amor divino. Por su parte, La Primavera o bien El Nacimiento de Venus de Botticelli, cuadros simbólicos de la magia talismánica renacentista, muestran pétalos de rosas y otras flores en los vestidos de sus personajes o bien el suelo que pisan.

Sin olvidar el Fausto de Goethe, donde las rosas aparecen a cargo de ángeles para distanciar con su luz y amor a los demonios que desean apoderarse del ánima del doctor.

Las espinas que adornan a la rosa la relacionan con la sangre vertida y la hacen símbolo de un renacimiento místico. Por eso el cristianismo la compare en su inconografía con la copa que recoge la sangre de Cristo o bien con sus llagas.

En la sociedad rosacruz, la rosa evoca el grial o bien el rocío celeste de la redención, y el distintivo de esta comunidad segrega ubica la flor en el centro de la cruz, esto es, en el sitio del corazón de Cristo.

Sitio esencial ocupa asimismo en la mística sufí. En El jardín de las rosas de Saadi de Siraz, estas se transforman en el vehículo que lleva a la contemplación sublime: «Iré a coger las rosas del jardín, mas el perfume del rosal me ha embriagado», y otro sufi, al-Wasití, dice: «aquel que desee contemplar la gloria de Dios, que contemple una rosa roja…».

Este lenguaje es equiparado por ciertos eruditos al del Cantar de los Cantares cuando habla de la rosa de Sarón. A todo este simbolismo cabría incorporar las rosas célticas que aparecen en los libros de caballería como el Roman de la Rose de Guillaume de Lorris y Jean de Meung que edifican el tabernáculo del Jardín del amor; la rosa mística de las súplicas a la Virgen María, o bien las de oro que los papas bendecían en el pasado el cuarto domingo de cuaresma y ofrecían a las princesas meritorias.

Rosales de los pensadores

Los tonos de las rosas fueron escogidos por los alquimistas para describir los estados de su obra, y sus tratados se titularon con frecuencia «rosales de los filósofos».

Por norma general, todas y cada una de las flores tratadas acá, el loto, el lis o bien la rosa se relacionan con el arte alquímico por medio de los rosetones románicos y góticos.

En la Edad Media, el rosetón central de las catedrales se llamaba Rota, o bien rueda. Y exactamente, como afirma Fulcanelli en El misterio de las catedrales, la rueda es el jeroglífico alquímico por antonomasia puesto que hace referencia al mismo tiempo preciso para la cocción de la materia filosofal.

En verdad, el comburente que el alquimista debe sostener incesante día y noche para provocar los distintos efectos que se observan en la redoma tiene por nombre «fuego de rueda».

El rosetón, asegura Fulcanelli, representa por sí mismo la acción de este fuego y la duración de la cocción. Y es una incesante en la arquitectura religiosa de los siglos XIV y XV, con lo que se dio al estilo de esta temporada el nombre de «gótico flamígero».

La mayor parte de los rosetones –de Nôtre-Dâme, de Chartres o bien de Lyon, por ejemplo– representan rosas estrelladas de 6 pétalos que reproducen el Sello de Salomón, una estrella de 6 puntas cuya aparición, en la materia prima, significa para los alquimistas que se ha seguido el buen camino y que el elixir ha sido preparado conforme los cánones.

Para todos los que sepan descifrar este lenguaje escondo, las flores siempre y en todo momento van a tener, como afirmó el versista Novalis, un mensaje: es posible recobrar el estado edénico y la armonía que caracteriza a la naturaleza principal, tan solo es preciso cultivar las virtudes del ánima y unirlas en un ramillete de perfección espiritual.

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